miércoles, 1 de marzo de 2017

Fábula: "El origen del tiburón" (Según la mitología griega)

FÁBULA
El origen del tiburón
(Inspirado en la mitología griega)

El diccionario de la Real Academia de la Lengua Española lo dice en uno de los apartado de la entrada "tiburón":
"persona ambiciosa que a menudo actúa sin escrúpulos y solapadamente". La pésima fama del gran predador de los mares es tal que ha llegado a contaminar con su nombre al mayor depredador del mar, tierra, cielo y alrededores: EL SER HUMANO. En efecto, no se sabe de ningún tiburón que se haya comido a bocados la capa de ozono, que derrita los casquetes polares, que vierta mareas negras, arrase los bosques, extinga especies enteras y, como si tanto exterminio fuera poco, cada tanto se inventa un motivo para aniquilar a otros de su misma especie.
De todos modos, nadie, ni el más cobarde, ni el más temerario de los seres humanos, querría arrojarse al agua y toparse con las diferentes hileras de dientes que alberga la boca de un tiburón. El gran tiburón blanco, reliquia prehistórica que se remonta a hace 350 millones de años, está considerado el mayor "asesino" de los tiburones. Sin embargo; lo que poca gente sabe, es que al año mueren más por picadura de abeja, que por el ataque de un tiburón blanco.
Además, el mayor de todos los tiburones, el tiburón ballena, se alimenta de plancton, es decir, de diminutos organismos animales y vegetales que flotan en el agua. Comparado con un ser humano, o con un simple mosquito, que se alimenta de sangre, el tiburón ballena es... ¡¡Casi un inocente vegetariano!! Entonces, ¿de dónde le viene al tiburón su mala reputación? 

Conozcamos la leyenda:

Según la mitología griega, Poseidón, el dios del mar, se enamoró perdidamente de una pequeña lagartija que solía tomar el sol, subida a unas rocas, cerca de una hermosa playa. El dios de los océanos quería que la lagartija se fuera a vivir con él a su palacio de las profundidades marinas, hecho de coral y gemas preciosas; para alcanzarla, echaba mano de sus olas más atrevidas e insinuantes, pero ella, indiferente a las pretensiones divinas, se las ingeniaba siempre para subir un poco más alto, de modo que ni la más ligera espuma la rozase.
Poseidón, que no estaba acostumbrado a recibir calabazas con tanta insistencia, lanzó contra las rocas el más furioso de sus maremotos:
- ¡Ya eres mía! - exclamó el dios del mar, dispuesto a ensartar a la lagartija, con su tridente, cuando la vio caer al fondo marino...
Lo que no se esperaba Poseidón es la intervención de una vieja conocida suya: la diosa Afrodita, diosa del amor y de la belleza, que no pudo permanecer ajena a lo que ocurría; así que, para salvar a la lagartija, la convirtió en tiburón. 

Desde entonces, hay que andarse con cuidado: "nada de confundir el amor con la ambición"
FIN
Deborah Collins, 4ºB

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